
La tarde trajo lágrimas y arena,
sortilegios de pluma y avatares
sellados en epístolas solares
con un fuerte latido de galena.
Pero el viento estrangula con su pena
a tantos esqueléticos juglares
que dejaron sus huellas por millares
y ahora dejan su llanto en una almena.
Así, sonrisa y duelo, paraísos,
estados de concordia, - mil sonidos
rasgando soledades de insumisos -
así, digo, los versos desvalidos,
pesadillas de trazos imprecisos
son los hijos que amamos, no nacidos...
Carmen
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